Entre el amor y el odio
Hoy, en nuestro Grupo de Apoyo TTM-L, nuestro amigo Fernando a escrito:
"Durante los últimos 50 años he convivido con mi tartamudez de diferentes maneras: la he ocultado, la he odiado, la he mirado cara a cara y la he aceptado... hasta puedo decir que la he querido.
Cuando la he ocultado he sufrido. No he hablado de ella con nadie y ante ella me he asustado, me he entristecido y he intentado por todos los medios apartarme de ella, lo cual, a pesar de los tratamientos seguidos, me resultó imposible.
Cuando la he odiado he sufrido. No encontré el sentido de seguir viviendo con esta pesada carga y lo único que conseguí fue rencor, envidia, lágrimas y duros sentimientos de vergüenza y culpabilidad.
Cuando la miré cara a cara dejé de sufrir y de odiar. Vi que ella no tiene la culpa de su existencia, que forma parte de mí y que no debe importarme convivir con ella, con lo que ello comporta. Tenía que presentarla en sociedad, tenía admitirla en mi entorno y no sólo eso, tenía que saber el por qué de su existencia y saber que me acompañaría siempre.
Cuando la acepté mi entorno social la aceptó también. No es tan difícil mirar a tus familiares y amigos a los ojos y decir "soy tartamudo". Esta sencilla, corta, simple frase."soy tartamudo". ha logrado en mi existencia un milagro, el milagro de sentirse una persona con dignidad, una persona respetada y respetable.
Cuando he visto que jamás me separaré de ella la he empezado a querer. ¿Por qué no?.
Lo curioso es que cuanto más la quiero menos me quiere ella a mi".
"Durante los últimos 50 años he convivido con mi tartamudez de diferentes maneras: la he ocultado, la he odiado, la he mirado cara a cara y la he aceptado... hasta puedo decir que la he querido.
Cuando la he ocultado he sufrido. No he hablado de ella con nadie y ante ella me he asustado, me he entristecido y he intentado por todos los medios apartarme de ella, lo cual, a pesar de los tratamientos seguidos, me resultó imposible.
Cuando la he odiado he sufrido. No encontré el sentido de seguir viviendo con esta pesada carga y lo único que conseguí fue rencor, envidia, lágrimas y duros sentimientos de vergüenza y culpabilidad.
Cuando la miré cara a cara dejé de sufrir y de odiar. Vi que ella no tiene la culpa de su existencia, que forma parte de mí y que no debe importarme convivir con ella, con lo que ello comporta. Tenía que presentarla en sociedad, tenía admitirla en mi entorno y no sólo eso, tenía que saber el por qué de su existencia y saber que me acompañaría siempre.
Cuando la acepté mi entorno social la aceptó también. No es tan difícil mirar a tus familiares y amigos a los ojos y decir "soy tartamudo". Esta sencilla, corta, simple frase."soy tartamudo". ha logrado en mi existencia un milagro, el milagro de sentirse una persona con dignidad, una persona respetada y respetable.
Cuando he visto que jamás me separaré de ella la he empezado a querer. ¿Por qué no?.
Lo curioso es que cuanto más la quiero menos me quiere ella a mi".
Fernando Cuesta
Marzo de 2006